Las vacunas son seguras y efectivas

Tengo un grupo de parientes que últimamente se han tornado anti-vacunas. Aparentemente, el autismo es prevalente en un lado de la familia y en otro no. Al descartar que autismo tiene un componente genético muy fuerte, estos parientes se han concentrado más en las vacunas qué en una causa más obvia. No solo eso, sino que se han vuelto activistas en contra de las vacunas.

Y se preguntan porque nunca van a conocer a mi hija.

El origen de la idea de que las vacunas causan autismo se origina en Inglaterra en los años 90. Un investigador cuyo nombre es Andrew Wakefield publicó un estudio donde se reportaba que 12 niños autistas tenían un historial de haber recibido la vacuna contra el sarampión (MMR, por sus siglas en inglés) y luego haber sido diagnosticados como autistas. A estos 12 niños se les practicaron todo tipo de estudios de laboratorio, pero el mismo documento donde se reportan los resultados indica que no se encontró una asociación causal entre la vacuna y el autismo.

No obstante, Wakefield continuó diciendo en público que él sentía que la vacuna había sido la causa de el autismo de estos niños. Ante esto, los medios de comunicación sensasionalizaron la noticia al punto de que miles de padres de familia en Inglaterra y los Estados Unidos (y otros países occidentales) dejaron de vacunar a sus hijos contra el sarampión, causando que esta enfermedad casi erradicada volviera. Luego, durante una investigación, se descubrió que Wakefield había aceptado dinero de un grupo de abogados para encontrar pruebas de que la vacuna causaba autismo, que Wakefield había cometido fraude, y que 10 de los 12 autores del reporte se retractaron de cualquier “descubrimiento” en el mismo.

El gobierno de Inglaterra le quitó a Wakefield su licencia de practicar medicina a causa del fraude que perpetuó. Pero esto no fue suficiente para callarlo. Al contrario, esto causó que Wakefield se convirtiera en un mártir del movimiento anti-vacunas. El y su familia se mudaron a los Estados Unidos para continuar hablando en contra de las vacunas… No solo la del sarampión sino de todas las vacunas. Hasta este día, Wakefield continua atendiendo presentaciones y reuniones que llaman al público a no vacunarse, a no vacunar a los niños, y a forzar al gobierno a que no provea ni requiera la vacunación en los infantes.

Luego llegaron los medios sociales como Facebook, Twitter e Instagram para amplificar las mentiras y malinformación promovida por grupos anti-vacunas. Tal fue la amplificación que más y más padres en Europa y los Estados Unidos dejaron de vacunar, y ahora nos encontramos con una situación donde el sarampión ha regresado en todo el globo.

¿Cómo sabemos que las vacunas son seguras y efectivas? Yo lo sé porque ese es el trabajo de mi profesión. Pero el público en general no sabe a quien creer porque los expertos no saben comunicarse bien y los padres de familia que están convencidos que las vacunas causan autismo son muy convincentes en sí. Así que permítanme explicarles.

Uno. La vacuna contra el sarampión, paperas y rubéola (MMR) es dada a los infantes a los doce meses de edad. Es a esta misma edad en que se comienzan a notar los primeros indicios del autismo ya que el autismo es un retraso en el desarrollo de las facultades cognitivas. Es decir, el niño no aprende a comunicarse efectivamente como los niños neurotípicos (normales). Esta asociación temporal — en la que damos la vacuna y notamos los síntomas del autismo — ha causado la confusión de que tal vez la vacuna causa el autismo.

Dos. La razón por la que sabemos que la asociación temporal no es una asociación causal es porque comparamos a los niños neurotípicos y a los niños autistas. Las diferencias entre los dos grupos en cuanto a su estado de vacunación no es diferente. Los dos grupos reciben más o menos el mismo número de vacunas a la misma edad. Incluso, al comparar a niños vacunados con los no vacunados, los dos grupos tienen el mismo índice de niños autistas y niños neurotípicos.

Tres. Donde sí hay diferencias entre los niños autistas y los niños neurotípicos es en los estudios genéticos. Comenzando por las simples comparaciones entre familias (como con mis parientes), hay familias donde el autismo es más prevalente. En el caso de mis parientes, el autismo es más prevalente en el lado de su padre y menos en el lado de su madre (quien es hermana de mi madre). También hay genes que se han detectado con más frecuencia en niños autistas que en niños neurotípicos.

Cuatro. Los síntomas del autismo comienzan antes de la vacunación. Hay más evidencia que nos dice que los niños autistas muestran tendencias autistas a más temprana edad de lo que se sabía. De hecho, historicamente, uno puede ver que siempre han habido autistas en el mundo (más o menos el 2% o 3% de la población). Es solo que hemos reconocido su existencia últimamente. Antes los niños, jóvenes y adultos autistas eran considerados “raros” o “especiales.” Aquellos con síntomas más severos eran enviados a sanatorios y olvidados, no contados.

Cinco. La verificación de la seguridad de las vacunas no solo depende de un par de instituciones. Depende de millones de personas en todo el mundo verificando que las vacunas funcionen como deben de funcionar y que no causen más problemas de los que deben prevenir. Estas personas son médicos, enfermeras, salubristas, epidemiologos, investigadores, trabajadores de salud, etc. Trabajan para corporaciones, agencias de gobierno, grupos independientes, hospitales, clínicas, etc. Sería muy difícil que todos ellos formen parte de un complot tan enorme, sin que ninguno de ellos haya cambiado de parecer y reportado la conspiración.

Seis. En cada país donde se han introducido los programas de vacunación, las enfermedades prevenibles han caído estrepitosamente. Y en cada país donde no se ha vacunado un número necesario de personas, las enfermedades prevenibles regresan. Esto está en evidencia hoy en partes de Nueva York y el estado de Washington en los Estados Unidos, en Venezuela y en Madagascar, así como en partes de Europa.

Toda esta evidencia debería ser suficiente para convencer a cualquier persona razonable de que lo mejor que uno puede hacer para cuidar la salud de sus hijos y de su comunidad es vacunar. Desgraciadamente, esto no es así. Aún ante esta evidencia, habrá gente que no cree porque no quiere creer. Espero que estas personas, los militantes anti-vacunas, continuen siendo la minoría, y que sigamos la lucha en contra de sus mentiras y su desinformación.